23 de octubre de 2012

Muse (Palacio de los Deportes, Madrid) 20-10-12



El día después de un concierto hay que dedicarlo a leer las distintas reseñas que del mismo se hacen en la Red, tanto crónicas como tweets. Y si, casualidades de la música, absolutamente todo desprende un aura de éxito y grandeza ante el espectáculo, es que lo vivido fue realmente importante. Adjetivos como electrizante o mastodóntico rezuman de todos y cada uno de los comentarios que se han hecho sobre el concierto que Muse dio anoche en un Palacio de los Deportes lleno hasta rebosar.

Tras unos simplemente correctos The Joy Formidable, superando en el difícil arte del teloneo a aquellos The Big Pink que disfrutamos -sufrimos- en el Vicente Calderón en el año 2010, y con 15 minutos de retraso sobre la hora estipulada, se apagaron las luces y con ellas los dolores varios de los espectadores que llevaban horas haciendo cola ante las puertas del recinto. No se hicieron de rogar y, tras Unsustainable como Intro de concierto, compensaron el retraso con Supremacy, Hysteria y Supermassive Black Hole en una secuencia tras la que ya más de uno pedía clemencia. Y eso era tan solo el inicio.

Porque, además de un sonido perfecto (al menos en pista) desde el mismísimo inicio del concierto, el espectáculo visual que Muse ofreció al público fue apoteósico, de esos en los que deberían ser advertidos aquellos que padecen alguna sensibilidad a la luz y el color. Tras acabar Hysteria, varias filas de pantallas comenzaron a descender, para acabar formando una pirámide invertida sobre sus cabezas, en las que se podían ver tanto proyecciones distintas en cada canción, como imágenes del trío británico o del público. La pirámide pasaría a convertirse en un zigurat multiforme durante todo el concierto, absorbiendo las miradas de todos los asistentes.

Con Resistance el público volvió a disfrutar del primero de los temas que sonarían de su quinto y anterior álbum, aprovechando además con ello para coger aire, que luego soltaría bailando al ritmo de Panic Station, convirtiendo el Palacio de los Deportes en una inmensa pista de baile. Mención aparte merece el tropezón de Matt Bellamy al subir las escaleras de la parte izquierda del escenario, que no tuvo mayores consecuencias, eso sí. En Animals, los datos del Nasdaq acompañados de imágenes de corredores de bolsa  y demás siniestros personajes incitaban a quemar Wall Street al salir del concierto, como poco. Apagado el fuego con la nueva Monty Jam desarrollada por Dominic Howard y Chris Wolstenholme, el piano hizo su primera aparición desde las más ignotas profundidades del escenario para que Matt Bellamy interpretara la balada Explorers y la sorpresa de la noche: Falling Down, de su primer álbum Showbiz. Adrede o no, lo cierto es que sí que decayó demasiado el ritmo con ellas.

Time is Running Out llegaría precedida del inicio de Host, una de las varias b-side del grupo que no todos los asistentes del concierto reconocieron. La comunión tras ella entre el grupo y su público era ya completa, inamovible, incluso sectaria. En este punto, Wolstenholme se pondría al frente para interpretar Liquid State, uno de los dos temas del último trabajo de Muse compuestos por el propio bajista. Acabada ésta, las gafas de Matt en las que se proyectaban las imágenes de Madness y los láser que inundaron el recinto dieron paso a Follow Me, donde Bellamy se despojaría de su inseparable guitarra para acabar cantando rodilla al suelo. Undisclosed Desires -sin la keytar que se vio en el Calderón, esta vez tocó pregrabado-, el tiro a la sien que es Plug in Baby y New Born cerraron una primera parte de concierto excepcional. Curioso el detalle de la ruleta en las pantallas decidiendo entre ésta última y Stockholm Syndrome, que sin ser en absoluto aleatorio, dotó de cierto suspense a la elección: ambas irán rotando durante la gira.

Puesto que, durante el último tema, la pirámide formada en el escenario se tragó al conjunto británico, se pudieron disfrutar en sus pantallas las imágenes del videoclip de Isolated System mientras sonaba. No fue tocada por los miembros del grupo desde las entrañas del escenario, como se ha podido leer en alguna reseña. Sus últimas notas dieron paso casi automáticamente a las primeras de Uprising, ya con ellos de vuelta, mientras un Dom Killbiliano daba golpes desde la pirámide que aún coronaba el escenario. Si antes se iba a quemar Wall Street, en ese momento sus restos iban lanzados hacia el político de turno, después de ver los puños en alto de la multitud arengada por Bellamy y su 'we will be victorious'. Y, por si fuera poco, el himno que es Knights of Cydonia dejaría exhaustos a los asistentes, preguntándose si aquello era el final.

Sin embargo, volvieron a salir, para rematar con Starlight y el himno de los pasados JJ.OO de Londres: Survival. Llegados a este momento, el ánimo del público hacía rato que ya estaba en ese punto en el que tan solo puedes dedicarte a saltar y corear cada letra, cada riff y cada movimiento de la inmensa pirámide de pantallas. Porque quizá -y sólo quizá-, para algunos Muse haya perdido un poco el norte en sus dos últimos discos. Pero es indudable que son una de las bandas más en forma del planeta en cuanto a la calidad de sus directos, cuestión que 15.000 personas pueden avalar desde la noche del 20 de octubre. El próximo verano más, según el último 'see you next summer' de Matthew Bellamy, dicho entre reverencias al público. Mejor es difícil, aunque eso, con Muse, ya se ha dicho demasiadas veces.


Grupo: Muse.
Lugar: Palacio de los Deportes (Madrid).
Aforo: 15.000 personas (completo).
Setlist: Unsustainable; Supremacy; Interlude + Hysteria; Supermassive Black Hole; Resistance; Panic Station; Animals; Monty Jam; Explorers; Falling Down; Host + Time is Running Out; Liquid State; Madness; Follow Me; Undisclosed Desires; Plug in Baby; New Born; Isolated System; Uprising; Knights of Cydonia; Starlight; Survival.

Fotografías: Alberto Sánchez (@ruper91)

22 de octubre de 2012

Galardones a la fauna musical



En un mundo tan ancho y vasto como es el de la música, en el que deambulan multitud de sujetos de infinitos calados, la entrega de determinado premio puede convertirse en aval para elevar a un grupo a los cielos o desterrarle a los infiernos. Entre las distintas coronas se encuentra la destinada a aquellos que cuentan con la valiosa cualidad de llevar sus notas a la magnificencia de un directo. También existe aquel que lleva el nombre del mejor artista alternativo, sin que haya quedado aún definido qué significa dicho término. O el de mejor look, donde conocidas las delirantes excentricidades de la crítica, es posible ver entre la terna de candidatos a siniestros personajes en materia de vestir.