Una vida condenada a escribir lo que otros no querían oír
Fígaro, Duende, Bachiller y El pobrecito hablador. Son los seudónimos bajo los que desplegaba su arma más sutil, pero a la vez más mordaz y demoledora contra la realidad social y política de
Larra siempre tuvo un objetivo en mente, y el vislumbrar lo difícil de éste quizá desembocó en el trágico final que acabó con su vida. Quería cambiar las cosas, le dolía la imagen de una España empobrecida y atrasada. Sus deseos no se correspondían con la realidad de la época, el país no hacía más que dar palos de ciego sin conseguir mejoras ni en lo social, ni en lo político. El afán de cambio se tornó en frustración.
Larra caería entonces en una depresión que se reflejaría en el estilo de sus artículos, en los que detrás de su ya característica crítica se escondía una oscuridad palpitante debido a su estado de frustración. Finalmente, el desengaño amoroso sufrido por el autor, quien sentía un fuerte amor por María Dolores de Armijo, con la que mantenía una tormentosa relación desde 1831, acabó por sumir al escritor en un pozo negro del que no lograría salir. El 13 de febrero de 1837, María Dolores de Armijo acudiría al piso de Larra, en el número 3 de la calle de Santa Clara, para comunicarle que no había posibilidad de continuar con la relación. Cuando apenas estaba saliendo por la puerta de la vivienda, se escuchó el sonido de una pistola. Mariano José de Larra se suicidó de un tiro en la sien, con tan solo 27 años, 10 meses y 20 días.
Jesús Miranda de Larra afirma sin embargo que el pesimismo que socavaba el ánimo del periodista y que finalmente desembocaría en su triste final, correspondía a la frustración que sentía por la situación política del país, más que por el desengaño sufrido. Aunque también apunta que quizá ello fuese la gota que colmara el vaso.
Su figura trasciende con el paso de los años, ya que su importancia en la historia y en la literatura española fue tal que diversos autores, como Antonio Machado, Azorín o José Zorrilla evocaron la grandeza de su obra con diversas palabras cargadas de recuerdo tras su muerte. El homenaje de la universidad Rey Juan Carlos se suma a otros tantos encargados de honrarle la memoria que se merece, recordando así que, en los tiempos que corren, quizá se necesiten más duendes encargados de mostrar lo que algunos no desearían oír.
No hay comentarios:
Publicar un comentario